Navegantes imaginarios.
Rafael Alfonso Pérez
A
finales del año dos mil nueve, como una suerte personal a la que sumó el
insomnio y las largas horas de desamor, la cerámica llenaría un espacio de
tiempo y atención en la vida de este promotor cultural, desatando otra faceta
dentro del mundo del arte; así como de la inventiva, la observación y la invocación
de la infancia, surgirían los primeros barcos con sus representaciones marinas
encrespadas y delirantes, cuyos tripulantes eran en un inicio conejos de pascua
modelados cuidadosamente, como signos de la esperanza y retorno a los tiempos
felices de una puericia agraciada.
Sin
embargo, a mediados del año dos mil diez, punto de donde parte la selección de
aproximadamente cincuenta piezas que se exponen en el Espacio Cultural Rancho
Tecomate Cuatolco, en Tenango del Aire, Estado de México (conocida casa-museo
del artista Nahum B. Zenil), se aprecia como los pequeños navíos encontraron
otras soluciones formales que los alejaron parcialmente de la cerámica y los
emparentaron con el objeto-arte, ya que se le añadieron pequeñas llantas de
madera, metal, jade, ónix u otros materiales, así como vistosas velas compuestas
de abanicos y servilletas de mesa, como símbolos del viento que les permite la
propulsión (simbolizada por las ruedas), sobre la superficie del agua y las
olas adornadas de chaquiras; así mismo, se les adhirieron peces de metal,
vidrio u otros materiales.
Estas curiosas
embarcaciones son tripuladas por los más diversos personajes, desde “Niños
Dios”, príncipes y marineros, hasta animales domésticos o seres fantásticos,
todo ello producto de la afición a acumular por más de veinte años de objetos
diversos sacados de los llamados “mercados de pulgas”; es importante destacar
que estos “cachivaches”, aparentes objetos inútiles y sin mucho valor, cobran
en el entorno de la personalidad de su coleccionista e integrador, una lectura
que refleja no únicamente la personalidad de Rafael, sino también su gusto por
lo Kitsch, como una forma de nostalgia por lo cursi, eco de los estilos
derivados de un pasado histórico prestigioso, que lo vincula a su vida
provinciana de familia con un implícito acento de linaje.
Una cuestión
que surge de la selección de estas “cosas” (como su autor mismo les diría) es
el definir si ¿son arte? Si bien, éste novel creador se autodefine como
artesano o hacedor de objetos insomnes, dándole importancia al tiempo que
destina para su realización y las circunstancia que lo motivaron, cualquiera
que pueda ser la definición de quien los elabora, ya sea como arte o como
artesanía, hay que destacar por una parte una parcial articulación con la
etimología propia de la palabra artesanía: artis-manus, que significa arte con
las manos, lo cual es cierto; por otra parte, y aunque discrepamos del sentido
peyorativo que se pretende dar a esta actividad con relación al arte, encontramos
un lejanía con el trabajo de Rafael, ya que la artesanía encierra una labor de
mano factura asociada con la identidad de un núcleo social o con una tradición
cultural, lo cual no poseen estos objetos creativos-estéticos, ya que además de
su singularidad, poseen características y elementos de diversos puntos del
orbe, como soldados ingleses, matrioskas, porcelanas inglesas, alemanas o
japonesas, artesanías de Colombia o Guatemala, así como abanicos antiguos o
nuevos franceses o chinos, por citar algunos de sus elementos.
Sea
cual sea el género, estamos ante un primer acercamiento al trabajo creativo de
Rafael, sin contar por supuesto el escolar que realizara hace más de treinta
años en su tierra natal (Mérida, Yucatán) en la escuela de Bellas Artes; ante a
un grupo de obra integrado por dos
núcleos: uno netamente cerámico en el que se aprecia la interpretación de los navíos
con sus oleadas efectuadas de esta materia, y el otro, logrado mediante una
técnica en la que integra medios tradicionales de la cerámica con mecanismos y
componentes no ortodoxos, en el que los elementos salen de su contexto
cotidiano y cobran una intención distinta, la de un objeto reivindicado en algo
que claramente se puede definir como arte-objeto.
Amílcar Lizardo